Cosas que entibian
El sábado entré a un comercio, di los buenos días, saludé
con la cabeza y con sonrisas, había unas
cuántas personas y por aquí todos nos conocemos aunque sea de vista. Un
muchacho me saludo. “¿Cómo está?” dije “bien” y seguí. Al rato, desde detrás
del mostrador me vuelve a mirar y me sonríe. Recién enfoqué. Los chicos crecen
y yo me achico pero las sonrisas son difíciles de olvidar. Pedí disculpas:
-Recién te reconozco.
-Yo vi que no me había conocido, profesora.
Intercambiamos algunas palabras. De pronto me dice: -Hace
poco me acordaba de aquel libro que nos leyó, aquel del tesoro.
- ¿El tesoro de Cañada Seca?
- Ese mismo!
Otro charlita y cuando me voy me grita: -¿Quién era el
autor?
-Julián Murguía! Y puse a las órdenes el libro.
Esto daría para una larga reflexión pero solamente digo que
esto me convence (si ya no estuviera convencida) de lo importante que es leerle
a los chicos. Y recordé a mi profesora de Idioma Español de primer año liceal, que nos leyó una mañana una leyenda de Bécquer y por la tarde yo salí
desesperada hacia la Biblioteca Municipal y me pasé la tarde leyendo todas sus
leyendas y su poesía.
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