Quiero abrazarlos a
todos/as. A mi familia, a los vecinos, a los amigos, los que están cerca
físicamente, los que están más lejos pero habitan mi memoria y mi corazón, los
virtuales que me saludan, me ayudan, me regalan como si vivieran a la vuelta de
la esquina, a los que partieron este año y se llevaron algo de mí pero me
dejaron mucho más. A todos mi abrazo y mi saludo de Paz y Alegría. Que el Señor
los sostenga en sus manos. Feliz Navidad!!!
martes, 23 de diciembre de 2014
lunes, 15 de diciembre de 2014
Para la cocina
Para que no te seques las manos con los repasadores. A una toalla comprada le haces un lindo aplique y ya está!
viernes, 12 de diciembre de 2014
sábado, 6 de diciembre de 2014
martes, 18 de noviembre de 2014
viernes, 14 de noviembre de 2014
domingo, 2 de noviembre de 2014
Día de difuntos
Nadie es una isla. Somos genética y somos lo que los demás nos van dejando. Familiares, amigos, conocidos. Junto a esa gota de tristeza por no tenerlos más, el agradecimiento por la luz que nos brindaron. De lo que hay más allá no sabemos nada. Pero tenemos fe. Que Dios los tenga en su mano
domingo, 26 de octubre de 2014
Fiesta
Cook and Craft Lab: Tarta de Santiago
Cook and Craft Lab: Tarta de Santiago: Hola, Vaya día... nubes, lluvia....algún rayito de sol...y otra vez lluvia, nubes... en fin, habrá que combatir el mal tiempo ...
lunes, 20 de octubre de 2014
lunes, 13 de octubre de 2014
jueves, 2 de octubre de 2014
lunes, 1 de septiembre de 2014
Otro enlace
Aquí también hay un tuto muy bien explicado.
http://cristina-almazuela.blogspot.com/2013/04/tutorial-flor-de-origami.html
Septiembre
“Mojadita de rocío, acabada de nacer” diría el maravilloso
granadino. Para saludar al mes que no es setiembre
sino septiembre, porque nos recuerda que era el séptimo cuando marzo era el
primero. Después de Martius, Aprilis y Maius, Quintilis y Sextilis recibieron nombres de emperadores en
distintas épocas. Tal vez pensaron que después de dos emperadores ya nada
importaba y bué!! “Que se queden como
séptimo, octavo, noveno y décimo”
Se agregaron por allá
por el siglo VI a.C al final del año dos meses: Enero y Febrero (Jano y Februa)
pero por razones prácticas, cuatro siglos más tarde se comenzó a tener en
cuenta el primero de enero como comienzo del año.
El mes siete es en realidad el mes nueve. Cosas de humanos.
jueves, 21 de agosto de 2014
lunes, 18 de agosto de 2014
Ana Ribeiro en Tranqueras
Cicerón definió la Historia como “la
maestra de la vida”.
Suponemos que el papel del historiador es investigar buscando
la verdad para proporcionarnos una visión del pasado, para permitir que esta
maestra enseñe con conocimientos que nos ayuden a comprender el presente. Pero
somos la materia de la Historia y somos los que la contamos. Por ahí las cosas
se complican. A veces contamos lo que se nos antoja por motivos diversos.
Congelamos hechos, congelamos personas. Y las contemplamos en un solo estado. Inamovibles.
Es bueno, es muy bueno mirar los hechos históricos desde distintos ángulos. Es
bueno conocer. Es bueno escuchar. Creo que desde la noche del sábado somos un
poco más ricos. Por lo menos en lo que a mí respecta, en la riqueza que me
interesa poseer. Muchas gracias, Ana
Ribeiro, por el conocimiento, por el buen decir, por la simpatía. Por ese gesto,
ese detalle, de hacernos conocer esos documentos que nos acercan a Artigas a
nuestra circunstancia geográfica.
Niebla
Niebla
Los de mi generación deben recordar aquellos libros de Idioma Español (todavía los tengo) de Marina López Blanquet. Entre tantos textos recuerdo uno que comenzaba así: "Niebla espesa oculta las cosas..." Así amaneció Tranqueras. Pero ahora ya tenemos sol.
Los de mi generación deben recordar aquellos libros de Idioma Español (todavía los tengo) de Marina López Blanquet. Entre tantos textos recuerdo uno que comenzaba así: "Niebla espesa oculta las cosas..." Así amaneció Tranqueras. Pero ahora ya tenemos sol.
Cup cakes improvisados
Quería hacer cup
cakes. Domingo. Ya me había gastado la harina en unos panes. Pero mi ahijada
venía a almorzar y quería un postre que le gustara. Tenía huevos, leche,
manteca, azúcar, polvo de hornear. Necesitaba 500gr de harina para 24 tortitas. Pesé la harina: 150gr!!
Fui colocando en la balanza hasta completar los 500 gramos: harina de centeno, fécula de maíz, harina de almendras, harina de maíz (tipo crema, "creme " le dicen del otro lado de la línea divisoria), harina de lino, "farelo" de arroz (harina de la cáscara de arroz. Procedí como de costumbre, por último perfumé con ralladura de naranja y canela en polvo y agregué el polvo de hornear. Lo que tienen en el medio es un pedacito de guayabada. Quedaron de li cio sas!!! Ah! La cocina es como la alquimia, puro experimento. Hay que atreverse.
Fui colocando en la balanza hasta completar los 500 gramos: harina de centeno, fécula de maíz, harina de almendras, harina de maíz (tipo crema, "creme " le dicen del otro lado de la línea divisoria), harina de lino, "farelo" de arroz (harina de la cáscara de arroz. Procedí como de costumbre, por último perfumé con ralladura de naranja y canela en polvo y agregué el polvo de hornear. Lo que tienen en el medio es un pedacito de guayabada. Quedaron de li cio sas!!! Ah! La cocina es como la alquimia, puro experimento. Hay que atreverse.
sábado, 16 de agosto de 2014
Para el desayuno
¡Qué tal? Fácil!!! Una torta básica de manteca, perfumada con ralladura de naranja. Almíbar hecho con naranjas, vertido por encima. Un buen merengue. A saborear!
Encuentro catequístico en Tranqueras
En el marco de los 100 años de Tranqueras se realizó el Encuentro Catequístico Anual de la Diósesis Tacuarembó-Rivera.
martes, 12 de agosto de 2014
Robin Williams
¿Quién no tiene alguna
película favorita de Robin Williams? Patch Adams, August Rush, Hook, La
sociedad de los poetas muertos, El hombre bicentenario... entre tantas.
Confieso que he visto Jumanji como veinte veces. La vida no es fácil, ni
siquiera para quien siempre intentó arrancarnos una sonrisa. Gracias, Robin.
viernes, 8 de agosto de 2014
6 y 9 de Agosto
MIL GRULLAS De
Elsa Bornemann
Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era
nuevo. Como todos los
chicos. Porque ellos eran nuevos en el mundo. También,
como todos los chicos. Pero el
mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra
vez estaba en guerra. Naomi y
Toshiro no entendían muy bien que era lo que estaba
pasando.
Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la
ciudad japonesa de Hiroshima se
habían desarrollado del mismo modo: en un clima de
sobresaltos, entre adultos callados
y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de
arroz que flotaban en la sopa
diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares
de cada anochecer en torno a las
noticias de la radio, que hablaban de luchas y muerte por
todas partes. Sin embargo,
creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada
día para descubrirlo.
¡Ah…y también se estaban descubriendo uno al otro!
Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela,
cuando suponían que sus
miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podrían
transitar ese imaginario
senderito de ojos a ojos.
Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto
de los dos no buscaba las
palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio…
Pero Naomi, sabía que quería a ese muchacho delgado, que
más de una vez se quedaba
sin almorzar para darle a ella la ración de batatas de
había traído de su casa.
-No tengo hambre-le mentía Toshiro, cuando veía a la niña
apenas si tenía dos o tres
galletitas para pasar el mediodía. - Te dejo mi vianda -
y se iba a corretear con sus
compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que
Naomi no tuviera vergüenza
de devorar la ración.
Naomi… Poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en
los sueños con sus largas
trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe
para poder casarse con ella. Pero
ese futuro quedaba tan lejos aún…
El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el
verano, que llego puntualmente
el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares.
Y con la misma intensidad con que otras veces habían
esperado sus soleadas mañanas,
ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro
deseaban que empezara. Su
comienzo significaba que dejar de verse durante un mes y
medio inacabable.
A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos un
de la otra, sus familias no se
conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de
encontrarse en alguna visita.
Había que esperar pacientemente la reanudación de las
clases.
Acabó junio y
Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque.
Se fue julio y Naomi arrancó contenta la hoja del
almanaque.
Y aunque no lo supieran ¡Por fin llegó agosto!-pensaron
los dos al mismo tiempo.
Fue justamente el primero de esos cuando Toshiro viajó,
junto con sus padres, hacia la
aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían
los abuelos, dos ceramistas
que veían apilarse vasijas en todos los rincones del
local.
Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían
modelando la arcilla con la
misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la
guerra… -decía el abuelo.-
Todo acaba algún día... – comentaba la abuela por lo
bajo. Y Toshiro se sentía que la
paz debería ser algo muy hermoso, porque los ojos de sus
madres parecían aclararse
fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra,
tal como a el se le aclaraban los
suyo cuando recordaba a Naomi.
¿Y Naomi?
El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de
soñar que caminaba, sobre la
nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su
alrededor. Un desierto helado y ella
atravesándolo.
Abandonó el tatami, se deslizo de puntillas entre sus
dormidos hermanos y abrió la
ventana de la habitación. ¡Qué alivio!
Una cálida madrugada le rozo las mejillas. Ella le
devolvió un suspiro.
El dos y tres de agosto escribió, trabajosamente, sus
primeros haikus.
Lento se apaga
El verano.
Enciendo lámparas y sonrisas.
Pronto
Florecerán los crisantemos.
Espera,
Corazón.
Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó
dentro de una cajita de laca en la
que escondía sus pequeños tesoros de curiosidad de sus
hermanos.
El cuatro y cinco de agosto se los pasó ayudando a su
madre y a las tías. ¡Era tanta la
ropa para remendar! Sin embargo, esa tarea no le
disgustaba.
Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un
juego entretenido lo que acaso
resultaba aburridísimas para otras chicas. Cuando cosía,
por ejemplo, imaginaba que
cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar el deseo
para que se cumpliese.
La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó el pantalón
de su hermano menor el ruego de
que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los
puños de la camisa de papá, el
pedio de que Toshiro no la olvidara nunca…
Y los dos deseos se cumplieron.
Pero el mundo tenía sus propios planes… Ocho de la mañana
seis de agosto en el cielo de Hiroshima.
Naomi se ajusta su obi de su kimono y recuerda a su
amigo: -¿Qué estará haciendo
ahora?
“Ahora”, Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta:
-¿Qué estará haciendo Naomi?
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo
de Hiroshima.
En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la
bomba atómica surca por primera
vez en el cielo. El cielo de Hiroshima.
Un repentino resplandor ilumina extrañamente la cuidad.
En ella, una mamá amanta a su hijo por última vez.
Dos viejos trenzan bambúes por última vez.
Una docena de chicos canturrea: “Donguri Koro Koro-
Donguri Ko…” por última vez.
Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por
última vez.
Miles de hombres piensan en mañana por última vez.
Naomi sale para hacer unos mandados.
Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las
aguas del río.
Y medio millón de japoneses, medio millón de seres
humanos, se desintegraron esta
mañana. Y con ellos desaparecen edificios, árboles,
calles, animales, puentes y el paso
de Hiroshima.
Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a
reflejarse en el mismo espejo, ni abrir
nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino
requerido.
Nadie será ya quien era.
Hiroshima arrasada por un hongo atómico.
Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol
estallando.
Recién en diciembre logro Toshiro averiguar donde estaba
Naomi ¡Y que aún estaba
viva, Dios!
Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en
la localidad próxima de
Hiroshima. Como tantos otros cientos de miles que también
había sobrevivido al horror,
aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de
ellos, en sus misma sangre.
Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana.
El invierno insinuaba ya en el aire y el muchacho no
sabia si era el frío exterior o sus
pensamiento lo que le hacia tiritar.
Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana.
De cara al techo. Con los ojos
abiertos y la mirada inmóvil. Ya no tenía sus trenzas.
Apenas una tenue pelusita oscura.
Sobra su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel
desparramadas.
-Voy a morirme, Toshiro… -susurró, no bien sus amigo no
se paró, en silencio, al lado
de su cama. –Nunca llegare a plegar las mil grullas que
hacen falta…
Mil grullas… o Semba-Tsuru, como se dice en japonés.
Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se
hallaban dispersas sobre la mesita.
Sólo veinte. Después, las juntó cuidadosamente en un
bolsillo de su chaqueta.
-Te vas a curar, Naomi- le dijo entonces, pero su amiga
no lo oía ya: se había quedado
dormida. El muchachito salió del hospital, bebiéndose
lágrimas.
Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya
casa se encontraban
temporariamente alojados) entendieron aquella noche el
porqué de la misteriosa
desaparición de casi todos los papeles que, hasta ese
día, había habido allí.
Hojas de diarios, pedazos de papel para envolver, viejos
cuadernos y hasta algunos
libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era
tarde para preguntar. Todos
los mayores se durmieron, sorprendidos.
En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro
velaba entre sombras. Esperó
hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él
continuaba despierto. Entonces, se
incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían
acomodar las mantas.
Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de
papeles que había recolectado en
secreto y volvió a su lecho.
La tijera llevaba oculta entre sus ropas.
Y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas,
Toshiro recorto primero
novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno
por uno, hasta completar las mil
grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella
misma había hecho. Ya amanecía.
El muchacho se encontraba pasando hilos a través de de la
silueta de papel. Separó en
grupos de diez frágiles grullas del milagro y las aprestó
para que imitaran el vuelo,
suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una
encima de la otra.
Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro
colocó las cien tiras de su
furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su
familia se despertara. Por esa única
vez, tomó sin pedir permiso la bicicleta de su primo.
No había tiempo perder. Imposible recorrer a pie, como el
día anterior, los kilómetros
que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía
de esas grullas.
-Prohibidas las visitas a esta hora- le dijo una
enfermera, impidiéndole el acceso a la
enorme sala de uno de cuyos extremos estaba la cama de su
querida amiga.
Toshiro insistió: -Sólo o quiero colgar estas grullas
sobre sus lecho. Por favor…
Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando
el chico le mostró las
avecitas de papel. Con la misma impasibilidad con que momentos
antes le había cerrado
el paso, se hizo a un lado y le permitió que entrara:
-Pero cinco minutos, ¿eh?
Naomi dormía.
Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso en
su silla sobre la mesa de luz
luego se subió.
Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielo
raso. Pero lo alcanzó. Y en un
rato estaba las mil grullas pendiendo del techo; los cien
hilos entrelazados, firmemente
sujetos con alfileres.
Fue al bajarse que su improvisada escalera advirtió que
Naomi los estaba observando.
Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en
los ojos.
-Son hermosas, Toshi-Chan… Gracias… -Hay un millar. Son
tuyas, Naomi. Tuyas -y el muchacho abandonó la sala sin darse cuenta.
En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el
recinto, mil grullas
empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la
enfermera también dejó colar,
al entreabrir por unos instantes la ventana.
Los ojos de Naomi seguían sonriendo.
La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie
frente a la impiedad de los
adultos ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel
vencer el horror instalado en su
sangre?
Febrero de 1976.
Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en
Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos
y es gerente de sucursal de un banco establecido en
Londres.
Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus
empleados se atreve a preguntarle
por qué, entre el aluvión de papeles con importantes
informes y mensajes telegráficos
que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre
se encuentran algunas grullas
de origami dispersas al azar.
Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento
en que nadie consigue
sorprenderlo.
Grullas desplegando alas en las que se descubren las
cifras de la máquina de calcular.
Grullas surgidas de servilletitas con impresos de los más
sofisticados restaurantes…
Grullas y más grullas.
Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe
creer en aquella superstición
japonesa.
-Algún día completara las mil…-cuchicheaban entre risas-.
¿Se animará entonces a
colgarlas sobre su escritorio?
Ninguno sospecha, siquiera, la entrañable relación que
esas grullas tienen con la perdida
de Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.
Extraído
de No somos
irrompibles, doce cuentos de chicos enamorados.
lunes, 28 de julio de 2014
Pancitos mini
500 gr de harina
60 gr de azúcar
1cda de mayonesa
2 cdas de requesón
150 cc de leche tibia (aprox)
2 huevos y una yema
3 cdas de levadura seca instantánea
Se une todo, se amasa, se deja leudar. (La masa debe quedar blanda pero no pegarse en los dedos).Después se le saca el aire, se estira con palote de un cm de espesor. Se cortan los mini pancitos con un cortador. Se estiban en asadera y se dejan crecer otra vez. Se pintan con la clara que te quedó de la masa y se espolvorean con sésamo negro. 15 m. de horno. No deben dorarse, para que no se sequen. Riquísimos para comerlos solos o para acompañar salsas, fiambres, pikles...
jueves, 24 de julio de 2014
Cup Cakes Moka
Me quedé
con las ganas de algo dulce con sabor a café. Me metí a la cocina. Tenía 4
yemas en la heladera, agregué un chorro generoso de aceite, luego el azúcar
pero…oh! tragedia! necesitaba unos 200gr y en el azucarero quedaban unos 50.
Todo cerrado a las 13hs. Recurrí al edulcorante, a ojo de buen cubero. Luego
harina, unos 300 gr , 30 gr de café soluble, no puedo decir la marca pero vos y
vos saben. Después agregué 2 cdas colmadas de cacao para repostería y luego de
batido todo eso fue el turno de 2 cucharadas de polvo de hornear. El resultado
es este. Una llamada a la comadre y un té bien acompañado.
miércoles, 23 de julio de 2014
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