Después de ver el mensaje de Andres Monroy, en facebook, me puse a pensar en las mesas y la primera que vino a la memoria fue la grande, de madera, hecha por el abuelo, que estaba en la cocina de la abuela. Allí hice mis deberes escolares, allí se planchaba, allí hacíamos todas las comidas, y allí, a la hora de la siesta, comencé a aprender a cocinar, consultando los libros de cocina de la abuela y mezclando ingredientes en el más absoluto silencio. No había batidora y el batido a mano había que realizarlo en el patio para no despertar a nadie. Las mesa de los Salmentón Alonso donde nos congregamos muchas veces y...qué suerte que no sabe hablar!
La mesa donde compartimos un café con Mercedes e hicimos una puesta al día. La mesa de mis vecinos Elbio y Nena donde mis hijas pequeñas comían debajo porque les gustaba hacerlo y ellos que eran unos abuelos que la vida y no la sangre les regaló, consentían, porque consentían todo lo que hacían "las nenitas". La mesa que tiendo en el patio con caballetes y una puerta vieja para que mis nietos coman al aire libre contemplando el verde. La mesa que hicimos con Gabino ( él con la madera, yo con la tela) para que Paloma lleve a la feria. La mesa de Patricia donde comíamos en días de mucho estudio el menú que Miguel preparaba para los tres. La mesa de un lejano comedor estudiantil. Mi mesa de trabajo. Muchas mesas de amigos, como para escribir un libro.