viernes, 4 de mayo de 2012

Mayo. Mes del Libro. Día 4

Imagen tomada de acá




Nos estamos reeditando, trayendo hasta este lugar un post anterior para dejar una nota sobre los orígenes del libro.
 De todas las herramientas creadas por el hombre en su inacabable ingenio y poder de construcción para facilitar su vida y ampliar sus facultades, el libro debe ser el más importante. Permitió a la humanidad aumentar la capacidad de su memoria, intercambiar información, comunicar opiniones y sentimientos a más personas, ayudó a pensar y formar opinión, aumentó su capacidad de conocimiento y modificó, por lo tanto, la relación entre pares y con el entorno.
Siempre pensamos al libro unido a la creación de la escritura. Pero aquí habría que decir sobre el libro oral. ¿Libro oral? ¿Qué es eso? El hombre sintió desde siempre la necesidad de perdurar y una de las formas que encontró fue la de transmitir sus pensamientos, hazañas… Cuando comenzó a emitir sus sonidos significativos los viejos fueron los primeros libros. No podían cazar, no podían llevar a cabo grandes esfuerzos físicos para beneficio de la tribu, el clan o la aldea pero eran la memoria del grupo. Narraban alrededor del fuego lo que había sucedido, incluso antes de que nacieran porque otro lo había contado. Guardaban los conocimientos preciosos, las experiencias. Esta memoria personal y social enriquecía al grupo y le proporcionaba identidad y cohesión.
Aún hoy hay muchos conocimientos no escritos. La gente de campo suele transmitir oralmente las fórmulas para curar, el uso de las hierbas, la sabiduría sobre el gran libro de la Naturaleza, en general.
Extraordinarias obras literarias se transmitieron en forma oral durante mucho tiempo. No es casual que esas obras fueran concebidas como poesía. La rima, los estribillos y paralelismos funcionaban como ayuda-memorias. Basta recordar, como ejemplo muy conocidos: el Salterio de la literatura hebrea, El Cantar de Mío Cid y el Romancero españoles, la Canción de Rolando en Francia, el Canto de los Nibelungos en Alemania.
Si bien la forma definitiva, la unificación de los poemas homéricos se logró a través de la escritura, los acontecimientos narrados en La Ilíada y en La Odisea ya eran conocidos a través de la transmisión oral.
Para llegar al libro como objeto, al libro físico, la humanidad necesitó la escritura y un soporte.
El soporte y los materiales fueron cambiando a través de tiempo y lugares. Arcilla, hojas de papiro, cuero de animales. Hueso, marfil, cuerdas con nudos, piedras, papel, materiales plásticos. Sin olvidar la “escritura” a través de dibujos en las cuevas, en las señales de humo, en el sonido de los tambores, en los silbidos de los pastores en las montañas canarias.

La escritura nació, como casi todo en la historia de la humanidad, por la necesidad.

En una región de gran fertilidad, donde los cereales como el trigo y la cebada se daban en forma casi espontánea, el nombre se hizo sedentario para poder sembrar, cuidar lo sembrado, cosechar, guardar. Esto sucedió hace unos diez mil años en la llamada "Medialuna de las tierras fértiles"
El hombre tuvo que asentarse, lo que le creó otra necesidades: se hizo necesaria la distribución del trabajo, fuerzas militares para evitar la amenaza de otros pueblos, oficios artesanales para la creación de objetos diversos (recipientes para guardar el grano, herramientas para el laboreo de la tierra…) Lo complejo de todas estas operaciones hizo que la memoria no fuera suficiente teniendo en cuenta además que el excedente en las cosechas posibilitó el comercio. La necesidad de llevar un registro y de organizar todas esos grupos humanos seguramente fue lo que dio paso a la escritura. Ahora bien, esto que se dice en tan pocas líneas fue proceso de mucho tiempo y seguramente nada fácil.

Fuente consultada:
ESCOLAR SOBRINO, Hipólito. Historia social del libro. Madrid, Asociación Nacional de Bibliotecarios, Archiveros y Arqueólogos.






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