martes, 10 de junio de 2014

Palabras

Palabras

Hay palabras redondas,
como mundo, como hueco,
como sol.
Hay palabras que acompañan,
como luz, como perro,
como sombra.
Hay palabras que lloran
como lluvia.
Hay palabras amargas,
como tónico
y difíciles como lo siento.
Hay palabras grandotas,
como castigo o como grito.
Hay palabras que ríen,
como agua, como circo.
Y las hay tristes,
como fin.
Hay palabras y palabras.
Hay las que se dicen
y las que se callan.
Hay las que duelen
y las que alegran
y las que abren puertas
misteriosas.


Cecilia Roggero

Y si leemos?

Este cuento lo tomé de la web hace un tiempo y no recuerdo el lugar. Pido las disculpas del caso.

EL REY BÚHO

Hace mucho tiempo, los pájaros eran mucho más sabios que los hombres y no
necesitaban que los gobernasen ni reyes ni ministros. Ni siquiera el Consejo de
Pájaros se preocupaba de promulgar leyes y, durante las reuniones, se contaban
una historia tras otra y hablaban de quien había nacido, de quien había muerto o
de los pajarillos que se habían quedado huérfanos. Se preocupaban de cosas mucho
más importantes que de órdenes o prohibiciones. Los pájaros vivían bajo la sabia
ley del amor y la amistad. No conocían ni el odio ni la ira. Pero, un día,  un
hombre malvado llegó a su reino. Miró a su alrededor y sintió envidia de la
felicidad de los pájaros.
-¿ Por qué no te pones a la cabeza de los demás? -preguntó al pavo-. Eres sin
duda el más bello. El pavo se sintió muy halagado.
-¿ Por qué eres amigo de la humilde codorniz? -preguntó el hombre al águila-.
¡Con lo noble y fuerte que tú eres! ¡Bajando en picado desde lo alto,
conseguirías abrirle la cabeza con tu fuerte pico!
Entonces el águila se infló tanto de orgullo que agarró el nido de la codorniz
con sus afiladas garras y lo destruyó. Así, poco a poco, pero con éxito, aquel
hombre malvado fue esparciendo la semilla de la discordia entre los pájaros.
Muy pronto en el reino de los pájaros solo hubo desorden. Los pájaros se
peleaban, se insultaban, se gritaban. Al final, los más fuertes empezaron a
perseguir a los más débiles. Cada uno estaba orgulloso de su especie y no se
preocupaba de los demás.
"No podemos continuar de esta forma", se dijo un día el minúsculo colibrí, y
convoco a una reunión de todos los pájaros más pequeños. Todos juntos se
dirigieron volando a la cima de la montaña donde el águila tenia su nido.
- ¡Queremos justicia! - gritaron-. Eres la más fuerte y debes ponerte a la
cabeza de los pájaros obligándoles a no hacerse mas daño.
El águila, halagada por la elección, se dispuso a tomar rápidamente el cetro.
Pero el hombre malvado le dijo:
-Águila eres tonta. Un rey solo es esclavo de sus súbditos. Siempre debe estar
pendiente de su bienestar, de resolver sus ridículos litigios y proteger a los
débiles de los fuertes. Deberíais elegir rey al búho, tiene unos ojos preciosos
porque ve de noche, pero de día, cuando los demás pájaros vuelan felices bajo el
esplendor del sol, el búho está completamente ciego. No se entrometerá en
vuestros asuntos y cada cual hará lo que más le plazca.
El águila decidió que era buena idea y el búho se convirtió en el rey de los
pájaros. Rey búho duerme de día y, de noche, cuando los demás están acurrucados
en sus nidos, ejerce su poder. Y así, hasta hoy, todavía no hay paz entre los

pájaros. 

Cuentos japoneses

Un enlace para leer

http://lecturasindispensables.blogspot.com/2014/05/50-cuentos-de-la-literatura-japonesa.html?spref=fb

lunes, 9 de junio de 2014

Con los libros nos pasan cosas

Cosas que entibian

El sábado entré a un comercio, di los buenos días, saludé con la cabeza y con sonrisas, había  unas cuántas personas y por aquí todos nos conocemos aunque sea de vista. Un muchacho me saludo. “¿Cómo está?” dije “bien” y seguí. Al rato, desde detrás del mostrador me vuelve a mirar y me sonríe. Recién enfoqué. Los chicos crecen y yo me achico pero las sonrisas son difíciles de olvidar. Pedí disculpas:
 -Recién te reconozco.
-Yo vi que no me había conocido, profesora.
Intercambiamos algunas palabras. De pronto me dice: -Hace poco me acordaba de aquel libro que nos leyó, aquel del tesoro.
- ¿El tesoro de Cañada Seca?
- Ese mismo!
Otro charlita y cuando me voy me grita: -¿Quién era el autor?
-Julián Murguía! Y puse a las órdenes el libro.

Esto daría para una larga reflexión pero solamente digo que esto me convence (si ya no estuviera convencida) de lo importante que es leerle a los chicos. Y recordé a mi profesora de Idioma Español de primer año liceal,  que nos leyó una mañana  una leyenda de Bécquer y por la tarde yo salí desesperada hacia la Biblioteca Municipal y me pasé la tarde leyendo todas sus leyendas y su poesía.