viernes, 13 de noviembre de 2009

Libros



Hay libros que te resultan extraordinarios, atrapantes, mucho suspenso, no puedes dejarlos hasta terminar. Pero luego, nada. Lo comentas, lo recomiendas a tus amigos, pero son libros de una sola lectura. No es este el caso. Vagabundo y errante, subtitulado Peripecias de Pedro P. Pereira, de Mario Delgado Aparaín, editado por Banda Oriental este año, presenta nueve relatos enlazadas por la presencia del Conde de Caraguatá (Pedropé para los amigos), sabio, confidente, buen catador de vinos, amigo (iba a escribir buen amigo, pero el sustantivo contiene al adjetivo, los falsos amigos no existen, son solo falsos) que aparece en muchas posturas: protagonista, narrador, testigo. Un libro que parece muy inocente. Parece. Con el toque justo de humor. Donde se mueven personajes dispares: embajadores, una descendiente del mismísimo Zar, un marqués, una diva de cabaret, un suicida, un traidor, un mozo planchador poeta por nombrar algunos.

Un libro donde la mirada se detiene en escenarios misteriosos, como un patio en ruinas alumbrado por la luna, donde los gatos, el fuego, el vino, las lentejas, Cervantes, la amistad y el amor crean un momento perfecto. O en detalles traídos por el zoom como los zapatos del Conde de Caraguatá, sus botas amarillas o los buñuelos de banana con canela que iluminan y perfuman una pieza de pensión.

Y todo eso cabe entre la Ciudad Vieja y el Parque de los Aliados. Aunque hay otros espacios profundos hacia donde fluyen los relatos, se desenvuelven, se despliegan, mundos dentro de otros mundos generados por un toque mágico y por qué no, poético

Como los libros remiten a nuestras vivencias, cuando “El gigantesco astur retiró la olla del fuego y la dejó reposar a su lado para que se enfriase un tanto, pues detestaba las comidas hirvientes” (1) enseguida recordé a un pariente “de yapa”, el tío Daud quien hacía unos guisos de arroz fabulosos con el agregado de duraznos verdes, guisos de un sabor que nunca volví a probar. El tío se tomaba su tiempo y nadie lograba que se apurara con la comida. Cuando los hambrientos veíamos que retiraba la olla del fuego nos acercábamos como leones pero el cocinero decía: “Ahora tiene que reposar diez minutos” y se paraba a la puerta de la cocina con armadura y lanza a defender su olla. Terminado el tiempo se apartaba: “Ahora pueden servir” Y esperaba los elogios que siempre llegaban. El sabor inigualable de sus guisos hacía que olvidáramos los diez minutos de odio que le habíamos dedicado.

Aclaro que parientes “de yapa” son los que adquieres sin buscarlos cuando te casas. Aquel de quien te enamoraste suele traer más “cola” que un cometa. Y en el paquete viene de todo. Pero esto es para otro momento.

(1) Delgado Aparaín, Mario. Vagabundo y errante, Peripecias de Pedro P. Pereira. 2009. Montevideo: Banda Oriental. P. 19

2 comentarios:

Anny dijo...

pase a ver tus trabajos, bellisimo todo, te deseo un espectacular fin de semana,Besostes.Anny

Anónimo dijo...

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