lunes, 25 de mayo de 2009

Día Nacional del libro

Mañana, 26 de mayo celebramos el Día Nacional del Libro. Esta fecha se eligió porque recuerda la inauguración de la primer Biblioteca Pública de nuestro país. Acontecimiento que sucedió el 26 de mayo de 1816. Esta biblioteca se nutrió con los libros que había dejado en su testamento el sacerdote José Manuel Pérez Castellanos. El discurso de inauguración llamado Oración inaugural, fue pronunciado por quien sería su primer director, el Presbítero Dámaso Antonio Larrañaga.

Como la mejor manera de celebrar algo relacionado a los libros es leer, les dejo dos páginas relacionadas con nuestra flor nacional: el ceibo. La primera es una leyenda de tradición oral y la segunda un poema de nuestro Fernán Silva Valdés.


Leyenda del Ceibo

La leyenda dice que en las riberas del Paraná, vivía una tribu guaraní, y en ella una india, llamada Anahí. En los atardeceres veraniegos dejaba oir sus canciones a toda la gente de su tribu. Pero llegaron los invasores, que arrasaron las tribus y les arrebataron su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días en aflicción hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, vio su oportunidad para escapar, pero al intentarlo, su guardián despertó, y ella tuvo que matarlo hundiendo un puñal en su cuerpo y huyendo rápidamente a la selva, después. El grito del moribundo carcelero, alertó a los otros soldados, que salieron en persecución de Anahí, Cuando la atraparon., en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera. Y cuando las llamas comenzaron a subir, su cuerpo fue tomando una forma diferente. Se fue convirtiendo en un árbol de verdes hojas y flores rojas hermosas y aterciopeladas. Era un ceibo en flor.


El Ceibo

Me lo dijo un indio viejo y medio brujo;
que se santiguaba y adoraba al sol:
los ceibos del tiempo en que yo era niño
no lucían flores rojas como hoy.

Pero, una mañana sucedió el milagro;
-es algo tan bello que cuesta creer-
con la aurora vimos al ceibal de grana,
cual si por dos lados fuera a amanecer.

Y era que la moza más linda del pago,
esperando al novio, toda la velada,
por entretenerse se había pasado
la hoja de un ceibo por entre los labios.

Entonces los ceibos, como por encanto,
se fueron tiñendo de rojo color...
Tal lo que me dijo aquel indio viejo
que se santiguaba y adoraba al sol

Fernán Silva Valdés

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