Por la mañana, tempranito. Patio mojado. Un delicioso café, unos minutos de silencio, mis rosas todavía acariciadas por las gotas de lluvia, el zapallo vivificado mostrando sus frutos escondidos entre el pasto, un benteveo que viene a robar uvas y que posa unos minutos para mí. Este momento es irrepetible.
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