martes, 14 de octubre de 2008

Feliz cumple, Mónica!!!!!



Como en verano te gusta instalarte a coser te hice este guarda-hilachas. No me gusta llamarle porta-basuras. Es para colocarlo en la mesa donde trabajás e ir colocando allí los retacitos, los hilos, lo que vas a tirar.
La idea la saqué del programa de Marcia Hernández en Buen Día Uruguay y las explicaciones están en el sitio de Marcia, al que se puede llegar por el link alpie de mi página

Pan marsellés


Pan marsellés

El bollo de masa bien amasado
El bastón
La masa estirada, pincelada con la mistela, doblada, pasada por harina de maíz y recortada en los bordes para emparejar.
Prontos para el horno
Esperando el café

Estas son las fotos de los que yo hice.Aquí va la receta de Leonardo Pardo.


Receta del Programa Buen Día Uruguay, gentileza de Zanetti SA. www.zanetti.com.uy
Pan Marselles
Leonardo Pardo
2008-10-10
INGREDIENTES:
500g de harina10g sal30g de levadura15g de azúcar275cc agua.
PREPARACION:
Formar una corona sobre la mesa con toda la harina. Colocar por la parte externa de la corona la sal. En el centro de la corona agregar los demás ingredientes junto con la levadura, la cual iremos disolviendo gradualmente en el agua. Amasar hasta lograr una masa uniforme y muy bien trabajada. Formamos un bastón alargado y lo abrimos con el palote de forma pareja, untando toda la superficie con una capa fina de la “mistela”, para preparar la misma llevaremos a hervir 200cc de agua y le incorporamos 50g de harina disueltos con 100cc de agua fría con una pizca de sal, cocinando por un minuto hasta formar una crema que dejaremos enfriar para su utilización.Luego de untado lo doblamos en dos sobre si mismo, cubriendo la superficie con harina de maíz, lo tapamos y dejamos descansar durante 30 minutos aproximadamente. Recortamos el bastón de forma que nos quede de unos 15 cm. de ancho, lo marcamos en el centro, y vamos cortando las piezas en forma transversal a 3 o 4 cm. de ancho, estibar y dejar fermentar al doble de su tamaño y cocinar en un horno moderado con vapor por 15 minutos.



Un secretito de mi cosecha: Para el vapor,colocar en el horno una latita con agua caliente

sábado, 11 de octubre de 2008

Pan, amor y tulipanes

Hace tiempo reciclé una mesita de madera que estaba muy dañada. No la quería tirar por razones afectivas. Los objetos que nos rodean tienen esa cosa de ir recordándonos episodios de nuestra historia personal. Esta tiene además una mesada de mármol que es ideal para amasar los panes que me gusta hacer (Mmm..Mmm...) para mandar a los hijos y los amigos.
Le hice un decoupage con relieve usando servilletas de papel con motivo de tulipanes. Les pongo el detalle del cajón.

En caso de apuro...más vale maña

Las mujeres no sabemos y no podemos salir sin cartera. Pero no siempre las tenemos a mano. Pero si aparece un retazo a tiempo, en unos minutos puede estar pronta la cartera salvadora.

Para la flía y los amigos

Techo de rosas
Piso de estrellas
Y un entrepiso de orquídeas

Preparando los hilos para el croché del verano


miércoles, 8 de octubre de 2008

Las puntillas de Mónica


Mónica transforma cualquier repasador con sus puntillas

Navidad

Falta tan poco para Navidad! Hay que ir preparando los regalos. Para las que tenemos la manía y el placer de preparar lo que vamos a regalar, es poco tiempo. Yo ya empecé. Esta tablita para el pan, con decoupage puede ser una buena idea.

El jardín de Mary


Me enamoré de esta mata de "Taco de reina", del jardín de Mary, así que la comparto.

Pátinas

Es el mismo tótem, con pátinas distintas.Prometo agregar la técnica en cualquier momento.

Botones


Margarita hizo limpieza de primavera. Adivinen: ¿Quién se benefició de una bolsa de ovillos de lana? ¿Y de unos botones maravillosos? Esta es una muestra, todavía no los pude ver en su totalidad. La lana será muy bien usada en el cabello de mi muñecas.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Para Tercer año, de la Escuela 3, turno vespertino

Me enteré que están trabajando con el tema abejas, así que les regalo este cuento de Horacio Quiroga: La abeja haragana.

Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido todos los pelos al rozar contra la puerta de la colmena.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
—Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contestó:
—Yo ando todo el día volando, y me canso mucho.
—No es cuestión de que te canses mucho —respondieron—, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos.
Y diciendo así la dejaron pasar.
Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia le dijeron:
—Hay que trabajar, hermana.
Y ella respondió en seguida:
—¡Uno de estos días lo voy a hacer!
—No es cuestión de que lo hagas uno de estos días —le respondieron—, sino mañana mismo. Acuérdate de esto. Y la dejaron pasar.
Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:
—¡Si, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
—No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido —le respondieron—, sino de que trabajes. Hoy es diecinueve de abril. Pues bien: trata de que mañana veinte, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.
Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar.
Pero el veinte de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.
La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá adentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron.
—¡No se entra! —le dijeron fríamente.
—¡Yo quiero entrar! —clamó la abejita—. Esta es mi colmena.
—Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras le contestaron las otras—. No hay entrada para las haraganas.
—¡Mañana sin falta voy a trabajar! —insistió la abejita.
—No hay mañana para las que no trabajan— respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.
Y diciendo esto la empujaron afuera.
La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más.
Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.
—¡Ay, mi Dios! —clamó la desamparada—. Va a llover, y me voy a morir de frío. Y tentó entrar en la colmena.
Pero de nuevo le cerraron el paso.
—¡Perdón! —gimió la abeja—. ¡Déjenme entrar!
—Ya es tarde —le respondieron.
—¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
—Es más tarde aún.
—¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío!
—Imposible.
—¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron:
—No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete.
Y la echaron.
Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastró hasta que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacia tiempo, y que la culebra había elegido de guarida.
Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por eso la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos:
—¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le dijo: —¿qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas.
—Es cierto —murmuró la abeja—. No trabajo, y yo tengo la culpa.
—Siendo así —agregó la culebra, burlona—, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer, abeja.
La abeja, temblando, exclamo entonces: —¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia.
—¡Ah, ah! —exclamó la culebra, enroscándose ligero —. ¿Tú crees que los hombres que les quitan la miel a ustedes son más justos, grandísima tonta?
—No, no es por eso que nos quitan la miel —respondió la abeja.
—¿Y por qué, entonces?
—Porque son más inteligentes.
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a reír, exclamando:
—¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer, apróntate.
Y se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó:
—Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
—¿Yo menos inteligente que tú, mocosa? —se rió la culebra.
—Así es —afirmó la abeja.
—Pues bien —dijo la culebra—, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como.
—¿Y si gano yo? —preguntó la abejita.
—Si ganas tú —repuso su enemiga—, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te conviene?
—Aceptado —contestó la abeja.
La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:
Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra.
Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.
—Esto es lo que voy a hacer —dijo la culebra—. ¡Fíjate bien, atención!
Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco.
La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo:
—Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
—Entonces, te como —exclamó la culebra.
—¡Un momento! Yo no puedo hacer eso: pero hago una cosa que nadie hace.
—¿Qué es eso?
—Desaparecer.
—¿Cómo? —exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa—. ¿Desaparecer sin salir de aquí?
—Sin salir de aquí.
—¿Y sin esconderte en la tierra?
—Sin esconderme en la tierra.
—Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como en seguida — dijo la culebra.
El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos.
La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así:
—Ahora me toca a mi, señora culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando diga "tres", búsqueme por todas partes, ¡ya no estaré más!
Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente:"uno..., dos..., tres", y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido.
La culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era simplemente extraordinaria. ¿Qué se había hecho?, ¿dónde estaba?
No había modo de hallarla.
—¡Bueno! —exclamó por fin—. Me doy por vencida. ¿Dónde estás?
Una voz que apenas se oía —la voz de la abejita— salió del medio de la cueva.
—¿No me vas a hacer nada? —dijo la voz—. ¿Puedo contar con tu juramento?
—Sí —respondió la culebra—. Te lo juro. ¿Dónde estás?
—Aquí —respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja cerrada de la plantita.
¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común también aquí en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto.
La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de él para salvar su vida.
La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla.
Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la pared más alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro.
Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad más completa. De cuando en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y ésta creía entonces llegado el término de su vida.
Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.
Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida.
Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:
—No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, sí hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche. Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos —la felicidad de todos— es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

Cartera

Le estaba debiendo el regalo de cumple a Paloma, ahora llegó, una cartera en jean y pachwork, para la primavera. Desde que tengo la base y la rueda de corte, se me han facilitado las cosas. Pensar que pasé años cortando retacitos con tijera.

80 años de Tota


La torta de 80 años con las camelias que Aurora mandó de regalo


las muñequitas-llavero que hice como recuerdo

El 27 festejamos el cumple de Tota. Fiesta sorpresa con todo el familión, mucha comida bien regada. Exquisita torta, música, baile y sobre todo mucho, muchísimo cariño.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Cumpleaños






Celina cumplió años. Festejamos con asado de-li-cio-so hecho por Víctor Hugo en el parrillero. Una estupenda mesa de ensaladas puesta por Alice y la torta que hizo Mónica. La carterita en crochet fue mi regalo.

Bienvenida florida




Llegué a casa y mis flores me dieron la bienvenida con su generosidad acostumbrada

lunes, 22 de septiembre de 2008

Decálogo del maestro - Gabriela Mistral

1. AMA. Si no puedes amar mucho, no enseñes a niños.
2. SIMPLIFICA. Saber es simplificar sin quitar esencia.
3. INSISTE. Repite como la naturaleza repite las especies hasta alcanzar la perfección.
4. ENSEÑA con intención de hermosura, porque la hermosura es madre.
5. MAESTRO, sé fervoroso. Para encender lámparas basta llevar fuego en el corazón.
6. VIVIFICA tu clase. Cada lección ha de ser viva como un ser.
7. ACUERDATE de que tu oficio no es mercancía sino oficio divino.
8. ACUERDATE. Para dar hay que tener mucho.
9. ANTES de dictar tu lección cotidiana mira a tu corazón y ve si está puro.
10. PIENSA en que Dios te ha puesto a crear el mundo de mañana.

Feliz día maestras/maestros!!!

Cuando yo iba a la escuela empezábamos aquellas redacciones famosas con : La primavera comienza el 21 de septiembre... Como todo cambia, parece que llegó hace un ratito. Y coincide con el día del maestro uruguayo. Buen día para todos los maestros.

domingo, 21 de septiembre de 2008

PRIMAVERA !




HA LLEGADO LA PRIMAVERA! ¿Ha llegado la Primavera? ¿Y el frío no se enteró? Brrr! No importa, ya va a mostrar la cara. Ya me ha adelantado algo en mi jardín. Así que la espero con entusiasmo y un poco de poesía para que se decida. Buena Primavera para todos, el bolsillo lleno y el corazón liviano.


Levántate, compañera mía,

hermosa mía, y ven por acá.

Porque, mira, ya ha pasado el invierno,

las lluvias ya han cesado y se han ido.

Han aparecido las flores en la tierra,

ha llegado el tiempo de las canciones,

se oye el arrullo de la tórtola

en nuestra tierra.

Las higueras echan sus brotes,

y las viñas nuevas exhalan su olor.

Levántate, amada mía,

hermosa mía, y ven.


Cantar de los cantares cap. 2, vers 10-13

Doña Primavera

viste que es primor,

de blanco, tal como

limonero en flor.

Lleva por sandalias

una anchas hojas

y por caravanas

unas fucsias rojas.

¡Salid a encontrarla

por esos caminos!

¡Va loca de soles

y loca de trinos!

Doña Primavera,

de aliento fecundo,

se ríe de todas

las penas del mundo...

No cree al que le hable

de las vidas ruines.

¿Cómo va a entenderlas

entre los jazmines?

¿Cómo va a entenderlas

junto a las fuentes

de espejos dorados

y cantos ardientes?(...)

Doña Primavera

de manos gloriosas,

haz que por la vida

derramemos rosas:

Rosas de alegría,

rosas de perdón,

rosas de cariño

y de abnegación.

Doña Primavera-Gabriela Mistral(chilena)