Llovió. Hermosa lluvia y tan necesaria.
Con nietos en casa todo se transforma cuando llueve. Revistas, tijeras, ríos de cola vinílica.
-Abuela, dame tus cajas con telas que las ordeno.
Gracias a la lluvia mis telas quedaron ordenadas: rayas con rayas, puntos con puntos, flores con flores. Sedas en la caja azul, gasas en la blanca.
-Y te dejo estas a mano,abu, para que me hagas las cosas que te voy a escribir en una lista y a pinchar en la cartelera, así no te olvidas.
¿ Y las cintas? Quedaron ordenaditas, prolijas, bien envueltas sobre sí mismas, la caja pudo cerrar perfectamente.
Siguió con los hilos.
-Vos acá no encontrás nada. Los voy a ordenar,también.
Y así quedaron. En fila, como soldaditos: Es abrir el cajón y eureka!
-Que suerte tenés abuela, que esté lloviendo y yo no pueda salir a jugar así te ordeno todo.
Es cierto. Qué suerte que tengo! Tengo nietos extraordinarios (eso decimos tooodas las abuelas)
Pero todo tiene un precio: -Abu, me hacés unas vinchas, una para mí y otra para Menganita, Fulanita y Zanganita. Y salieron las vinchas-pañuelos porque nadie se puede resistir a un pedido hecho con tanta dulzura (con voz especial para pedidos).
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